La práctica de orar por los difuntos
es relatada en documentos del Antiguo Testamento, generalizada
alrededor del mundo por varias congregaciones religiosas, y celebrada
de muy diversas formas.
En el año 998, San Odilón,
abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2
de noviembre, la festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden
benedictina. En el siglo XIV Roma lo aceptó y la extendió a toda la
cristiandad.
Las civilizaciones
prehispánicas de América también rendían culto a la muerte. Los
misioneros cristianos tuvieron que adoptar muchos de los ritos y
símbolos indígenas para lograr su evangelización.
Actualmente en todo el mundo
cristiano, estos días se caracterizan por el recuerdo de nuestros
muertos y la visita a los cementerios, pero en cada país o región
existen diferentes tradiciones.
En el calendario de fiestas
tradicionales y folclóricas del Ecuador el día 2 de noviembre es la
conmemoración de los Fieles Difuntos, conocida en todo el país como
Día de los Muertos, esta es una celebración cristiana dedicado a la
oración por las almas de todos aquellos que han adelantado su partida.
Su práctica es muy antigua y
arraigada en nuestra cultura y un claro ejemplo de sincretismo
religioso que consiste en asistir al cementerio para rezar por las
almas de quienes partieron a la eternidad. Está acompañada de un
profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que
el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida sin ninguna
dolencia que le aqueje.
La limpieza, arreglo y
decoración de las tumbas con ramos de flores, coronas de papel,
ofrendas y expresivas tarjetas, así como la asistencia a la Misa de
Difuntos se ha convertido en todo un ritual.
Los finados, culto a los
muertos no es privativo de nuestra cultura sino que se halla presente
en todo el mundo. Para nuestros indígenas es la relación con sus
ancestros, la tierra, la divinidad y con todo lo que permite estar en
armonía con la vida misma.
Las manifestaciones de esta
fecha varían según la zona, así por ejemplo al norte del país, en el
cantón Ante, la visita al cementerio se realiza en la noche. En
Cotacachi, los indígenas llevan al cementerio comidas y bebidas
tradicionales para compartirlas con sus difuntos.
En Calderón, se acostumbra
colocar todos los alimentos sobre la tumba y pasar el día junto al
difunto, conversándole sobre los últimos acontecimientos; además de
elaborar figuras de borreguitos en mazapán, muy coloridas donde se pone
de manifiesto la habilidad de los artesanos.
En la mayoría de poblaciones de
la serranía así como algunas de la costa, las familias se reúnen
alrededor de las tumbas de sus difuntos y “comparten” alimentos y
bebidas con ellos y en muchos casos participan las “lloronas”,
mujeres contratadas que con llantos y lastimeras frases recorren las
tumbas.
Algunas comunidades indígenas
conservan aún un antiguo rito que consiste en preparar la comida
predilecta del difunto porque tienen la creencia de que el vuelve cada
año. En otras regiones se lleva al cementerio las armas y objetos
considerados de valor para el difunto.
El juego del Piruruy, es un
juego de dados tallados en hueso de llama; según la suerte que tire, se
pueden conocer las necesidades o reproches del difunto así como
resolver los desacuerdos.
Una de las tradiciones
complementarias a esta fecha que se practica de manera especial en las
zonas urbanas de la región central, es el juego de cocos y boliche.
Otro atractivo lo constituye
la competencia del juego del trompo en parques y calles de Tulcán, con
la participación de grandes y chicos que hábilmente demuestran sus
destrezas. En esta ciudad la visita al cementerio es una parada
obligada para admirar las figuras de ciprés que decoran cada rincón del
cementerio.
Y si hablamos de tradición, la
colada morada y las guaguas de pan, herencia de españoles e indígenas,
son la especialidad gastronómica de la época.
Las guaguas de pan son muñecas
de masa, decoradas coloridamente que recuerdan el episodio bíblico en
que el Rey Herodes mandó decapitar a los niños recién nacidos, con la
intención de matar al Niño Dios, el infante Jesús.
Se ha convertido en una
tradición reunir a la familia y participar todos de la elaboración de
las guaguas de pan y sus exquisitas variantes: buñuelos, pan de huevo,
botanas, empanadas y bebidas tradicionales como el singular “champús”
La colada morada es una
adecuación de la cocina blanco – mestiza; aquí en el Ecuador existía
entre los indígenas el llamado “sango” que se ofrecía a los difuntos,
ésta era una comida densa casi un chapo elaborada esa mazamorra con
maíz negro y sangre de llama, con el tiempo e influencias externas se
introdujo las frutas y hierbas aromáticas a la preparación hasta
convertirla en una exquisita colada de color morado, que no falta en la
mesa de los ecuatorianos en la conmemoración de difuntos.
En suma, la celebración de los
fieles difuntos es motivo para la realización de una serie de rituales
de origen ancestral indígena o de las culturas españolas y mestizas en
donde se mezcla la espiritualidad, la siempre misteriosa relación del
hombre con la muerte, el recuerdo de los seres queridos que partieron
antes y una serie de costumbres, juegos y especialidades gastronómicas
propias de esos días, que constituyen interesantes y llamativos eventos
para todo visitante
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